La empresa británica Riversimple Movement empezará a probar en otoño de este año un prototipo de coche de hidrógeno. Se llama “Rasa”, es de fibra de carbono y monta cuatro motores eléctricos que tienen una autonomía de casi 500 kilómetros a plena carga.
Una de las claves de su propuesta es la ligereza del coche, gracias al composite, lo que también le proporciona resistencia. Según sus creadores, el resultado es que pesa la mitad que un coche convencional y cuenta con una magnífica aerodinámica. “No en vano, parte de nuestro equipo proviene la Formula 1”.
Riversimple Movement fue creada hace quince años y su modelo de negocio no es vender coches, sino ofrecerlos como un servicio más, una tendencia que va ganando enteros poco a poco. “Ofrecemos movilidad como un servicio. Por un precio fijo al mes, nuestros clientes reciben un coche, y el precio incluye el mantenimiento, el seguro y el combustible. Con un pago se cubre todo”, dice la empresa en su página web. La idea es que sea un coche de “proximidad” que se puede contratar como si de un teléfono móvil se tratara.
La apuesta es importante y el hidrógeno todavía tiene que posicionarse como combustible. Toyota, el primer fabricante del mundo, ha apostado fuerte por él de cara al futuro. El año pasado, sacó a la venta del Mirai. Gran parte de la industria, sin embargo, considera que el hidrógeno no puede llegar a convertirse en predominante, sobre todo porque tendrá que luchar con los coches eléctricos e híbridos eléctricos.