El diésel es noticia, no cabe duda. El escándalo de los motores del Volkswagen y las limitaciones que están poniendo los Gobiernos y las instituciones de los principales mercados están haciendo que los propios fabricantes se replanteen el futuro de este combustible.
A nivel estadístico, estos movimientos también tienen sus repercusiones. Actualmente, el 52% de los coches que circulan por Europa son diésel. Una estimación elaborada por el Center for Automotive Research (CAR), de la universidad de Duisburg-Essen, predice que este porcentaje caerá hasta el 25% en sólo tres años.
Pero no es la única estadística que ha llegado últimamente. Alix Partners, según publicaba hace unos meses Automotive News, asegura que ese porcentaje caerá hasta sólo el 9% en 2030.
Por su parte, LMC Automotive espera que la caída sea más gradual en Europa, significando el 49,3% en 2016, el 43,5% en 2020 y el 39% en 2025. En agosto, el diésel ya cayó hasta el 48,3% del mercado, el dato más bajo desde de 2011.
En 1990% sólo el 10% de los coches que se vendían en el Viejo Continente eran diésel. Para 2011 esta cifra se disparó hasta cerca del 60%. Esta transformación vino también consigo gracias a las mejoras tecnológicas, que han convertido los motores diésel en eficientes, silenciosos y capaces de proporcionar una aceleración casi inmediata.
Y ahora viene el dilema. En Francia quizá es donde está más presente, porque los dos grandes fabricantes del país, Renault y PSA-Peugeot Citroën, se han caracterizado por invertir mucho dinero en el desarrollo de la tecnología diésel. Ahora las restricciones de sus autoridades les están haciendo replantearse el futuro al respecto. Renault, un gran impulsor del coche eléctrico, ya ha dicho que irá reduciendo la producción de motores diésel.
Estos movimientos no están exentos de contradicciones, como ocurre en Alemania, donde los compradores no se fían del diésel, pero insisten en comprarse coches grandes y potentes.
